La vida se compone de momentos alegres y momentos tristes, así podríamos clasificarlos, pero en realidad es mucho más complicado que eso; porque tenemos días en los que nos queremos comer el mundo y nos levantamos con ánimos de este día es mío y no voy a dejar que nadie me lo estropee, pero también hay otros días en los que te levantas con el pie izquierdo y ni siquiera te apetece levantarte de la cama, pero lo tienes que hacer porque tienes ciertas obligaciones que cumplir y tu cara es todo un poema, pero intentar sonreír y aparentar que no ocurre nada, esa parte es que la siempre he pensado que es la más difícil.
También como no, no podemos olvidar los días que nos dan sorpresas, pero éstas también pueden ser de dos tipos, sorpresas buenas que no te las esperas y llegan así sin avisar, y las sorpresas contrarias, que tampoco te las esperas, pero sorprenden incluso más que las otras, llegan sin avisar, irrumpiendo en tu día a día y no sabes cómo reaccionar.
Por eso he aprendido que no debes esperar nada de nadie, porque cualquier persona puede alegrarte el día, pero también puede fallarte de la peor manera que te puedas imaginar. Un consejo, no des todo a una persona ya que al final del camino, no va a estar para ayudarte, porque esa persona ya llegó y no te espero.