Y después de tanto tiempo te das cuenta de que ya no duele como antes. Que tus prioridades son otras y que él es cada vez menos importante en tu vida.
Hibieras deseado que las cosas terminasen bien, perfectamente como dos amigos, pero lo siento, yo no puedo ser tu amiga. No me sale.
Y cuando te paras a pensar que has hecho mal, descubres que nada fue por tu culpa, que no debes sentirte culpable por lo que acabó, de hecho deberías sentirte feliz porque sabes que pasó y que fue uno de los momentos de tu vida más especiales y se ha convertido en un recuerdo muy significativo.
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