Dejar atrás el pasado, vivir el presente y no preocuparte del futuro sí es una buena opción.


Hay que dejar que todo fluya, poco a poco.








viernes, 29 de marzo de 2013

Inesperado como la vida misma.

He estado hundida. Me he demostrado a mi misma por enésima vez que soy emocionalmente dependiente, que una foto, una actitud, una palabra o la falta de ellas pueden llevarme al suelo del rincón de mi habitación. Y en esos momentos piensas que el mundo se termine, y aunque intente pensar en frío no me sale en esos instantes. Y como siempre escucho esas canciones para traumarse que tanto me recuerdan a ti y de repente me vienen a la mente todos aquellos momentos, tanto buenos como malos a tu lado. Pero después cualquier pensamiento me recuerda que ya no me escribes, que ya nada es como antes.
Y de repente mi móvil suena, parece que le importo a alguien después de todo, ¿quién será? Claro, menos tú, cualquiera me habla.
Cuando nos vemos lo único que existe es un cruce de miradas que cada vez dura menos, no hablamos ni hacemos el intento por preguntarnos un simple ¿qué tal?
Después recuerdo que sin esos momentos de soledad no se puede vivir, que a veces necesitamos reflexionar con la mente fría y decidir el camino que queremos seguir. Y es en esos momentos cuando te levantas, llamas a tus amigas y decidis lo que vais a hacer el viernes noche y empiezas a pensar que te vas a poner. Vas al baño, te secas las lágrimas y te pintas, te pones guapa, con los tacones más altos que tengas y el vestido que tenías guardado para una ocasión especial, porque cada día es único y no volverá a repetirse y te sientes indescriptible, realizada y sales y te diviertes toda la noche. Bebes y olvidas todo lo que habías pensado hace 1 hora y bailas hasta que amanece, porque la noche es joven y tú también.

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